Fresca y aliviante libertad

"Había estado meses atrapada en aquel extraño lugar: un enorme edificio donde los jóvenes más apuestos y superficiales que se pudieran encontrar, donde todos aquellos "sex-simbols" habitaban con gran orgullo. Todos los días había estado contemplando cómo se pavoneaban por los pasillos con altanería, cómo tonteaban los unos con los otros; y cada vez sentía con mayor fuerza que aquel no era mi lugar, que no pertenecía a aquella clase social y no quería tener nada que ver con ella.

Por suerte no era la única que tenía aquel pensamiento en mente: entré en contacto con dos chicas de mi edad que parecían compartir mis ideas, y juntas conseguimos escapar del palacio en un descuido de lo que podríamos llamar "profesores", o más bien carceleros.

Corríamos por las arenas de la playa que rodeaba el castillo. Nuestro objetivo era claro, pero los soldados, que ya habían descubierto nuestra huida, parecían conocerlo también. Y cada vez nos comían más y más terreno.

-¡Deprisa! -gritó una de mis compañeras, antes de que ambas aceleraran enormemente el paso y me adelantaran varios metros. Ya casi rozaban las olas del mar.

-E... ¡Esperadme! -exclamé, poniendo todo mi empeño en seguir corriendo. Cada vez notaba más cerca los apresurados pasos de los guardias, pero yo era incapaz de correr más rápido. Mis compañeras ya habían desaparecido entre el oleaje y yo...

En un último esfuerzo, cerré los ojos y me lencé de cabeza hacia el mar; justo en el momento en el que un soldado iba a cogerme por la cintura para impedirme escapar. Las aguas no tardaron en rodearme en un cálido abrazo, como si me recibieran después de muecho tiempo sin vernos; y, con una sonrisa, respiré una bocanada de agua. Las branquias de mi cuello parecieron despertar de un sopor, y la frescura del mar las acarició tiernamente. Del mismo modo, mis piernas se unieron rápidamente en una larga cola de pez que me permitió nadar a toda velocidad, lejos de mi cárcel. 

Volvía a casa. Y volvía a estar libre."