"Allí estaba él, sonriendo de forma socarrona a tan sólo unos metros por delante de mí, al tiempo que sus cabellos castaños lanzaban destellos rojizos a la luz de las lámparas de la habitación.
Estaba claro que me estaba lanzando un desafío. Un reto trascendental.
Sin pensármelo siquiera, sin escuchar a las voces que gritaban a mi alrededor, me lancé corriendo hacia él, esbozando una sonrisa cargada de seguridad en mí misma. Estaba decidida a acabar con todo aquello.
Las manos del joven se incendiaron de golpe, mostrando así su poder oculto, su dominio sobre el candente elemento, y no tardó en tratar descargar un golpe contra mi rostro. Pero una de mis propias manos estaban esperándole, envueltas en un misterioso halo gélido que apagaron las llamas de su puño en cuanto la mía cerró en su torno. El joven parecía sorprendido; pero, lejos de rendirse, trató de alcanzarme con su mano libre, nuevamente envuelta en una nube de fuego. Pero el resultado fue el mismo: las llamas fueron ahogadas en el hielo.
Sonreí, triunfal. Estaba convencida de que la victoria era mía.
Cuánto me equivocaba...
En un veloz movimiento que ni siquiera mis ojos pudieron seguir, recibí un fuerte golpe en el pecho que me dejó al instante sin respiración. Las rodillas comenzaron a temblar, y mis manos soltaron las suyas, indecisas. Mis ojos, temerosos, buscaron la mirada del chico del fuego, pero lo único que fui capaz de ver antes de caer paralizada al suelo, fue su sonrisa. Una afilada sonrisa que cortaba el aire que trataba de respirar. Todo se volvió negro a mi alrededor. Seguía estando consciente, podía oir los gritos a mi alrededor con claridad, pero mi cuerpo se negaba a responderme. Sumado a esto, un enorme quemazón me recorría el pecho, en el que había quedado la fina filigrana de una cicatriz con forma de copo de nieve..."
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Hoy no ha sido un día demasiado bueno para mí. Tenía un control de estadística que no he podido preparar en condiciones, es lo que suele pasar cuando llevo una semana y media con prácticas por la mañana y por la tarde y llego a casa a las tantas. Ese examen sabía que lo iba a suspender, pero no me importaba demasiado, no cuenta apenas para la nota final (5%). Sin embargo, lo que no me esperaba, era que la profesora de las prácticas de estadística viniera a verme en mitad de la sesión. En un principio me extrañó que se quedara tanto tiempo explicándome una duda sobre un ejercicio, ya que nunca lo había hecho, pero cuando me dijo que era debido a que si no me ponía las pilas iba a suspender, que los ejercicios parecía que los miraba por encima (cuando me los preparo en casa y todo) y que viendo lo que estaba viendo se confirmaban sus temores (que soy un paquete, vamos), se me cayó el alma a los pies.
¿De qué sirve tanto esfuerzo para que al final te hagan caer?
Puede que no sea para tanto; pero, de alguna manera, me he sentido humillada y muy sola. Todos los demás van bien, excepto yo y dos chicas más...
En fin, dejando de lado eso, he tenido bastante suerte con el libro de estadística. No lo encontraba por ninguna parte, en la librería estaba pedido pero no llegaba y como me lo habían quitado de las manos en la biblioteca estaba comenzando a desesperarme. Pero, siguiendo una intuición mía, me dio por mirar en la mesa de la biblioteca, donde quedaba un sólo ejemplar más. Vaya alegría.
Esta tarde me tendré que dedicar a terminar el guión de prácticas de bioquímica, que lo tengo que entregar mañana.
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